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Chichén Itzá y el misterio del Equinoccio

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¿Que un celular o una computadora son los mejores inventos del siglo? ¡Eso es porque no estuviste en Chichén Itzá! En donde, con algunas pocas herramientas que en nada se parecen a las de ahora, mucha fuerza y excelente precisión, los mayas levantaron unas de las mejores construcciones, como por ejemplo el famoso Castillo o Pirámide de Kukulkán.

El Equinoccio es un fenómeno natural que se caracteriza por el hecho de que el día y la noche tienen la misma cantidad de horas y porque el sol se encuentra sobre la línea del ecuador. Este episodio que hoy en día es conocido en profundidad ya fue previsto por los mayas, quienes idearon sus construcciones como elementos indicadores del cambio de época. Un hecho no menor, considerando que debemos trasladarnos a miles y miles de años atrás.

Si bien en todas las ruinas mayas se puede hablar de un plan previo, de piedras que no fueron colocadas al azar, es en Chichén Itzá en donde se encuentran las edificaciones que mayor admiración causan en los científicos y viajeros de todo el mundo. Es por eso que cada marzo y septiembre, Chichén Itzá se puebla de gente para vivir el misterio del Equinoccio.

¿Qué es lo que tiene de grandiosa esta edificación? Por un lado, su tamaño: es innegable la majestuosidad de esta pirámide que cuenta con una altura de 24 metros y un ancho de 55.5 metros. Allí, parados y con el sol a punto de comandar uno de los fenómenos más sorprendentes, uno se siente “nadie”.

Otro de los aspectos que merecen un aplauso a los mayas es el cálculo y la preparación de la Pirámide para que la misma les anunciara un nuevo tiempo. Así, con 91 escalones de cada lado más la plataforma en lo alto, el total es de 365 que, ¡oh sorpresa!, coincide con los días del año.

Pero esto no es todo: aún nos queda por descubrir la fachada norte del edificio, en donde se puede apreciar el descenso de Kukulkán o serpiente emplumada, en ese juego de luces que se inicia por acción del sol. Cuando desciende el Dios, nada más ni nada menos que con una extensión de 34 metros, es señal entonces de que se inician los momentos de siembra, cosecha y lluvia.

Y falta la frutilla del postre: la forma en que está construida la pirámide contempla algunos detalles que permiten que el descenso del Dios con sus bendiciones y anuncios no sea del todo silencioso. La altura de los escalones y el espacio que los separar crea un efecto que acompaña el descenso, enfatizando algunos sonidos, mientras que otros se vuelven imperceptibles.

El misterio del Equinoccio en Chichén Itzá es sin dudas algo mágico. Considerando que los mayas son verdaderos maestros del arte científico, sus facilidades quedan reducidas a cero si las comparamos con los tiempos actuales. Chichén Itzá y todas sus construcciones son una verdadera joya arquitectónica y un verdadero legado del pasado que nadie puede dejar de apreciar.

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